domingo, 29 de agosto de 2010

CAMINO INCA

Choquequirao:

Pocos hallazgos han despertado tanto interés en los últimos años como Choquequirao (en quechua Chuqui K’iraw, “cuna de oro”). Estos restos arqueológicos han sido considerados tan importantes y extensos como los de Machu Picchu. Se sitúan sobre una amplia meseta andina en la provincia de La Convención, en pleno valle de Vilcabamba. Los arqueólogos presumen que se trata de una de las tantas ciudadelas perdidas en Vilcabamba, donde los incas se refugiaron a partir de 1536. Choquequirao es un extraordinario complejo que consta de nueve grupos arquitectónicos de piedra. Posee cientos de andenes, habitaciones y sistemas de riego. Gracias a la labor iniciada en 1993 por el Plan COPESCO y por el Instituto Nacional de Cultura del Cusco, el 30% del gigantesco complejo ha sido despejado y habilitado para el turismo nacional y extranjero.

Referencia histórica:
La primera mención sobre Choquequirao, aparece gracias a la investigación sobre el pueblo de Cachora, realizada por el historiador Cosme Bueno en 1768. Aunque recién en el siglo XIX fue dado a conocer por los franceses Eugene de Santiges (1834) y Leónce Angrand (1847). El sitio cayó luego en el olvido hasta que en 1911, Hiram Bingham, acompañado por los pobladores, visitó el lugar y llamó la atención sobre su importancia. Los trabajos de limpieza y excavación se iniciaron en la década del setenta.

El complejo arqueológico:
Choquequirao se compone de nueve sectores, entre los que destacan el centro político religioso, el sistema de fuentes y canales con acueductos, y el grupo de las portadas. Es preciso recalcar el carácter religioso de este complejo. La arquitectura se encuentra distribuida alrededor de una explanada o plaza principal, y se complementa por un muy bien conservado sistema de andenería agrícola. Los restos arqueológicos se distribuyen en la parte descendente del cerro Choquequirao y se agrupan a manera de pequeños barrios, un tanto separados entre sí, siguiendo un probable criterio de función y rango social.

El sector residencial y las andenerías:
La zona residencial se encuentra en la parte descendente, mientras que los flancos de las montañas contienen las andenerías de cultivo. Algunas de ellas tuvieron canales de riego y fueron usadas de manera permanente, mientras otras fueron, al parecer, temporales.

El sector ceremonial:
La zona ceremonial se encuentra en la parte denominada Plaza Principal, mientras que en la parte alta destaca una serie de sofisticados edificios.

Ubicación estratégica:
Choquequirao fue, al parecer, un enclave económico conectado con la selva y con ciudadelas importantes como Machu Picchu y Písac. Posee una extraordinaria vista hacia la vertiente de Río Blanco y del Cañón del Apurímac. A lo lejos, se divisa el fabuloso nevado Salcantay.

Ubicación:
El complejo está situado en una zona de montaña baja o ceja de selva, al noroeste del cañón del Apurímac. Alberga una ecología particular, que se caracteriza por la abundante vegetación. El clima cálido -propio de la zona- se alterna con temperaturas frías, lo cual contribuye a la diversidad de flora y fauna. Estas condiciones geográficas fueron aprovechadas de manera prodigiosa por los incas.

Investigación :
Antes de la intervención de COPESCO, las ruinas se encontraban cubiertas por una densa vegetación de árboles y pequeños arbustos de diversas especies, que escondían las construcciones. La investigación arqueológica en Choquequirao, se ha orientado fundamentalmente hacia la implementación de excavaciones sistemáticas, que constituyen el primer paso para acercarnos a la historia del lugar. Pero al mismo tiempo, existe el interés de dar a conocer el lugar y habilitarlo para expediciones turísticas.

Cómo llegar:

El viaje hasta Choquequirao es largo y extenuante, pero ciertamente inolvidable. Se parte del Cusco por la carretera que va a Abancay (B2). En el kilómetro 154 debe tomarse el desvío hasta la localidad de Cachora (B1), último pueblo antes de llegar hasta el complejo arqueológico. Desde allí se va a caballo o a pie. En Cachora se pueden contratar los servicios de Seferina y Celestino Peña, guías locales que disponen de caballos para llevar la carga. El camino ha sido recientemente ampliado y arreglado. Transitar por él, es ahora más cómodo y seguro. Llegar a Choquequirao (B1) requiere de una buena condición física y del equipo adecuado. Partiendo de Cachora (2,900 m.s.n.m.) es necesario bajar hasta el río Apurímac (1,530 m.s.n.m.) para acampar. El segundo día se sube hasta los 3,085 m.s.n.m. de altitud, donde se ubica el complejo. Para regresar, se utiliza el mismo camino.

Las jornadas tienen una duración promedio de cinco a seis horas cada día. Los fuertes desniveles en la ruta, así como la dramática variación de los climas a lo largo del recorrido, lo convierten en un viaje exigente pero muy bien recompensado. Se recomienda llevar abundante líquido, sales rehidratantes y pastillas para purificar el agua.

Las instalaciones que sirven de alojamiento a los arqueólogos y trabajadores, mantienen una pequeña área que funciona como oficina y depósito de los objetos encontrados durante la excavación. El visitante puede solicitar ver los últimos hallazgos. Es casi imposible llegar a Choquequirao durante la época de lluvias (diciembre a marzo). Además, los trabajos arqueólogicos se interrumpen en esta temporada.

Fuente: Guía del Cusco
            http://guiadelcusco.perucultural.org.pe/aventu56.htm

CENTRO CEREMONIAL MATEO SALADO

Los trabajos que se realizan para
rescatar la belleza que encierra
cada una de sus construcciones
empezaron hace casi un año.

Tuvieron que pasar
muchísimos más para
que aquel lugar, que lucía
tristemente abandonado,
comience a recuperar
la importancia que tuvo
en la Lima de antaño.

Tiempo después, todo
apunta a que el circuito
turístico por nuestra
capital se enriquecerá
con la inclusión de esta
nueva joya arquitectónica
en su recorrido.

Aunque en la actualidad el camino luce cubierto por modernas casas que han aprendido a convivir con el esquema que reinaba en tiempos pasados, todo parece indicar que el Centro Ceremonial Mateo Salado, a través de un estrecho camino amurallado de piedras y barro bien cimentado, estaba conectado con el Complejo de Maranga, aquel que hoy resguarda y se suma a los muchos atractivos del Parque de Las Leyendas, situado en el distrito de San Miguel.

Y si bien aún no se ha podido determinar a ciencia cierta si ambos santuarios estuvieron realmente conectados en la antigüedad, como se dice, todavía se aprecia en el contorno de sus pirámides parte de aquel camino que muchos siglos después se resiste a desaparecer.

Manteniéndose en pie, para que desde su altura grite a los cuatro vientos que una nueva historia ha comenzado a escribirse gracias a los testimonios arqueológicos que yacen en cada una de sus edificaciones.

Con más de mil años de leyendas y tradiciones entre sus bien cimentadas construcciones, la historia de esta huaca se inicia entre el 750 y 800 d.C., en el período Intermedio Tardío (1000 d.C. – 1470 d.C.), y se proyecta hasta el año de la llegada de los españoles en 1532. Y hoy, centurias después, el pasado se asoma para reclamar lo que con justicia le pertenece: revalorar la importancia que tiene para la historia del Perú.

Cuenta la historia que hacia el año 750 d.C., cuando esta huaca nace a la historia, estilos de construcción como el de Nievería y Pachacamac fueron suplantados, dejando su lugar al desarrollo de una nueva tradición cultural, la Ichma, cuyas construcciones se hicieron sobre la base de tapiales y grandes adobes. Tal como se puede ver hoy en Mateo Salado. Pues precisamente con estos materiales se levantaron grandes estructuras que pasaron a formar pirámides aterrazadas y truncas, como se puede apreciar en Mateo Salado.

Un imponente complejo arqueológico conformado por cinco pirámides monumentales muy bien distribuidas en un área de 18 hectáreas. Lo que motivó que en la antigüedad se le conociese como Cinco Cerritos. Su nombre original.

Puesta en valor:


Ubicado estratégicamente entre los distritos de Breña, Pueblo Libre y Cercado de Lima, con la Plaza de la Bandera como compañera inseparable, los trabajos de investigación, conservación y puesta en valor de este lugar empezaron en el mes de julio del 2007. Y, casi un año después, los resultados saltan a la vista de todo aquel que con interés quiera evocar la grandeza de tiempos pasados.

Empezamos nuestro recorrido por la avenida Mariano Cornejo, en el distrito de Pueblo Libre. Ahí una improvisada reja de delgados palos y cables telefónicos nos recuerda que todavía hace falta infraestructura para que el lugar reciba la visita de quienes están ávidos por conocer más de nuestra Lima precolombina.

Un valle constelado de centros ceremoniales y administrativos que miles de años después serían reemplazados por modernas construcciones y edificios. Así, una de las pocas pruebas vivas que corroboran la antigüedad de La Tres Veces Coronada Villa, Ciudad de Los Reyes, situándola al nivel de Caral,
Pachacamac, Pucllana, Huallamarca, Maranga y San Marcos, lo demuestra la existencia de las construcciones del centro ceremonial Mateo Salado que, de a pocos, lenta pero sostenidamente, ha empezado a mostrarnos su ancestral y rica historia.

Mucho más que pirámides:
En un recorrido por el lugar, podemos apreciar que los grandes muros de adobes son la muestra de la magnanimidad de un conjunto constituido por cinco montículos piramidales que fueron construidos sobre la base de grandes tapiales, como se estilaba en aquellas épocas a finales del primer milenio en lo que hoy es el Perú.

De las cinco pirámides, la primera estructura denominada “A” se encuentra sobre una gran explanada rectangular. Está rodeada por cuatro murallas que las circunvalan y que se levantan en cada terraza superpuesta, formando así calles y estrechos pasajes, que hoy lucen descuidadas debido al inclemente paso y a la usura del tiempo.

La siguiente estructura, la pirámide “B”, es la segunda en cuanto a tamaño y se ubica cercana al distrito de Breña. Conformada por una serie de recintos y plazas de gran extensión, todo parece indicar que tuvo un carácter residencial, pero tal como sostiene la arqueóloga Alejandra Figueroa, a cargo de su puesta en valor, los estudios determinarán el uso que se le dio entonces a estas magnificas construcciones.

Esto, sobre todo, porque la cantidad de restos hallados hasta la fecha, como son las piezas de cerámica, cántaros y ollas, refuerzan la hipótesis de que Mateo Salado fue uno de los centros ceremoniales más importantes que destacó en el numeroso grupo de huacas que se encontraban diseminadas por doquier en el vasto valle del Rímac.

Por su parte, las otras tres estructuras en pié -“C”, “D” y “E”-, a pesar de ser de menores dimensiones en relación a las estructuras A y B, también ayudan a reforzar la tesis que sostiene que la importancia de Mateo Salado como huaca radicó en que fue, durante la época prehispánica, sede del curacazgo de Lima.

Aunque en un primer momento, el solo hecho de contar con cinco pirámides sirvió para que esta huaca pasase a llamarse Cinco Cerritos, también hubo quienes la conocieron como Ruinas de Azcona. Nombre de la urbanización que desde los años 40 del siglo pasado, durante el gobierno de Manuel Prado, alberga a este complejo arqueológico.

Pero, finalmente, hoy se sabe que el nombre de la huaca se eligió en honor a Matheus Salade, un inmigrante francés que residió cerca del monumento y que en los temidos tiempos de la Santa Inquisición fue acusado no solo de hereje, sino también de blasfemo y loco, debido a que trabajaba en la misma huaca. Quizás consagrado al cuidado del adoratorio…

Luego de ser apresado, versa la tradición, fue condenado a la hoguera y finalmente ejecutado el 15 de noviembre de 1573. Desde ese entonces, su nombre –traducido al español– sirvió para bautizar al complejo arqueológico como Mateo Salado, uno de los últimos vestigios arquitectónicos ubicados en el casco urbano de la capital peruana.

Objetivo, su recuperación:
Aunque la culminación de los trabajos de restauración de la pirámide “A” estuvo programada para el 30 de junio pasado, aún falta implementar esas mismas tareas en el resto de las otras estructuras. Además de construirse un centro de atención al turista y un pequeño Museo de Sitio, tal y como los que poseen Pachacamac, Caral, Pucllana y Huallamarca.

Y es que junto a estos centros arquitectónicos, la puesta en valor de Mateo Salado será un aporte fundamental, no solo para fortalecer la identidad y tradición de Lima, sino también para incrementar el acervo histórico de un país como el Perú, que guarda en su seno los cimientos de una de las civilizaciones más antiguas del mundo.

Por lo pronto, solo queda esperar que con la recuperación de la otrora Cinco Cerritos, se coloque en el sitial merecido a la verdadera historia del Valle del Rímac, que guarda entre sus grandes muros de barro, como los de Mateo Salado, innumerables secretos acerca de nuestros antiguos habitantes.

Mateo Salado en cifras:
- El presupuesto asignado para el primer año de los trabajos de restauración ascendió a un millón de soles.
-  Un total de 20 millares de adobes se han utilizado en la primera parte de la restauración y puesta en valor.
-  Alrededor de 80 personas, entre operarios y arqueólogos, se esfuerzan por rescatar a la mayor de las
pirámides del complejo, la estructura “A”, que al tener 18 metros de alto es la de mayor dimensión.

El dato:
En los años 60s una empresa fabricante de ladrillos, tuvo su centro de operaciones en una zona del complejo arquitectónico. También se tuvo que librar una tenaz lucha con las personas que se instalaron en su perímetro. Aunque por ahora quedan algunos ocupantes de terrenos dentro de la zona intangible, la idea es
recuperar el área en su totalidad.

Fuente: Turismo e Identidad
 http://www.generaccion.com/secciones/turismo/pdfs/Generaccion-Edicion-70-turismo-65.pdf

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